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jueves, 28 de julio de 2011

¿A que llamamos literatura infantil?


            Muchos autores definen la literatura infantil como una forma artística dirigida a los niños y niñas, basada en la estética poética, el cuento, las fabulas y leyendas; atravesando por el genero del teatro infantil y las tradiciones orales. Si bien es cierto que todo este género pertenece a la literatura como parte de su estructura, no menos cierto es que no tiene aproximación alguna a la verdadera literatura infantil. Son múltiples los errores de fondo cometidos a la hora de dar forma y fundamento a estos conceptos.
            El error mas tangible es concebir la literatura infantil como un genero producido por adultos con la finalidad de crear un contacto entre el niño y la literatura; olvidando completamente que la verdadera literatura infantil es un concepto algo “abstracto” que todos los adultos conocemos pero que por la inclemencia del transcurrir del tiempo y la evolución cognitiva la hemos olvidado por considerarla cosas de niños. La aplicación del concepto abstracto antes mencionado para con la literatura infantil no hace referencia a que carece de una forma definida, si no mas bien, a que la visión de adulto perdió el horizonte de lo que esta significa.
            La literatura infantil no es más que el mágico mundo del niño concebido en forma tangible, su majestuosa visión del mundo puro, enigmático y como un gran universo por explorar; la literatura infantil es la lluvia, es la brisa, el cielo azul, es un barquito de papel surcando recuerdos. Es la magia de maravillarse con una visión diferente del mundo, llena de imaginación, hermosura y esplendor que solo esta presente en la infinita creación de nuestros infantes y que por causas diversas y en muchos casos desconocidas, nosotros como adultos hemos perdido.
            Si nos remontamos a la época de nuestra infancia, podremos tener un ejemplo palpable de la verdadera creación infantil y de una manera inagotable de cambiar la visión general del mundo. Para un niño una simple hoja de papel tirada en algún rincón no es solo eso, en su maravilloso universo esta puede representar una irrenunciable posibilidad de creación; entre sus manos puede convertirse en un avión, un barquito o una bola de béisbol y dar paso a una nueva aventura en donde el o ellos sean los protagonistas; surcar el profundo mar en busca de tesoros, explorar los cielos con la magia encendida entre los ojos o protagonizar un duelo en las grandes ligas, los mas cercanos a la parte deportiva podrían imaginar que es el ultimo juego de la serie mundial, su equipo perdiendo por una carrera, ellos como bateadores, novena entrada, dos out, tres bolas, dos strickes, bases llenas, viene el picheo y........jonron!
            Para ellos todo es posible porque aun conservan intacto el don creador y las posibilidades infinitas, que nosotros los adultos hemos ido corrompiendo en nuestro día a día en un mundo lleno de responsabilidades y tareas por cumplir que nos etiqueta como autómatas de hecho, es decir solo nos limitamos tal ves por falta de tiempo o por desgano mental a ver las cosas tal cual como son o nos dicen que son y no como pudieran ser, la posibilidad de pensar el mundo de otra manera se encuentra relegada a un sótano profundo cuyas puertas están selladas por la jornada laboral, las responsabilidades y las tareas pendientes.
            Por eso, a nuestro modo particular de ver las cosas refutamos con sólidas bases el concepto enajenado y limitante que se le asigna a la literatura infantil como un simple género encasillado en formas, partes y preceptos ajenos a la volátil imaginación del niño, en donde se visualiza a este ultimo como un objeto o punto de llegada y no como el verdadero sujeto de acción.
            Es necesario comprender que la verdadera literatura infantil es un don innato que poseemos por tiempo limitado que se pierde como gota rebelde a medida que avanza nuestra existencia o en el mejor de los casos trasmuta su forma de manera tal que solo es una lejana aproximación a lo que alguna vez fue.
            La literatura infantil es la capacidad de crear, de pensar, de sentir, de ver las cosas y de vivir de un niño, la cual es intangible a simple vista y que solo puede ser acariciada desde la profundidad de un corazón puro, la cual merece total respeto de los adultos, lo cual contempla no tratar de encasillarla o transformarla y que en todo caso solo se le pueden proporcionar herramientas para ser pulida si su autor lo desea.
            Es común observar como en toda fábula infantil el final de la historia siempre representa una moraleja y como es lógico pensar, el hablar de la pureza de un niño debe dejar una enseñanza; y es que en la fábula de la humanidad los adultos representamos a los peores animales, a los depredadores de toda forma de pensar o sentir que sea distinta a la nuestra y que encaje en lo que pensamos son los parámetros normales. Pero realizando un sencillo pero profundo ejercicio reflexivo imaginemos por un momento a un mundo habitado solo por niños:
            En lugar de ver despojos de edificios desintegrados por las bombas de la OTAN, observaríamos múltiples modelos de viviendas bañados con los más exóticos colores. Por personas muriendo de hambruna en el Africa profunda, veríamos a grupos de niños compartiendo el manjar de una golosina con el carisma de la inocencia en sus manos; no existiría sequía alguna porque aun en el verano más inclemente los afluentes hídricos serian llenados por las dulces gotas de rocía que emanan de sus ojos cada vez que lloran de asombro al explorar cada recóndito lugar del mundo.
            Mucho menos existirían problemas limítrofes y conflictos entre naciones, porque el mundo seria un enorme campo de juegos en donde todos sus habitantes tendrían el titulo más preciado, el de amigo sincero y siempre bienvenido a compartir la emoción y la aventura de un juego. Si todos por lo menos conserváramos la esencia de niños el mundo fuese mucho más bello y diferente al que conocemos.
            Quien no tiene la capacidad de imaginar el mundo desde la óptica de un niño, es porque ha dejado agazapado en el fondo de su alma al niño que lleva por dentro y hasta tanto no lo libere no puede tener ni siquiera una pequeña idea aproximada al verdadero significado de la literatura infantil.

           

           

Trabalenguas

Me han dicho que has dicho
un dicho que he dicho yo.
El que lo ha dicho, mintió.
Y en caso que hubiese dicho
ese dicho que tú has dicho
que he dicho yo,
dicho y redicho quedó.
y estaría muy bien dicho,
siempre que yo hubiera dicho
ese dicho que tú has dicho
que he dicho yo.

El Pastor Mentiroso (Fábula)

Apacentando un joven su ganado, gritó desde la cima de un collado: “¡Favor! que viene el lobo, labradores”. Éstos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan que es una chanza solamente. Vuelve a clamar, y temen la desgracia; segunda vez la burla. ¡Linda gracia!
Pero ¿qué sucedió la vez tercera? que vino en realidad la hambrienta fiera. Entonces el zagal se desgañita, y por más que patea, llora y grita, no se mueve la gente, escarmentada; y el lobo se devora la manada.
MORALEJA:
¡Cuántas veces resulta de un engaño contra el engañador el mayor daño!

Que Calor (Poesia Infantil)

¡Qué calor!
El camello Amador
pasa mucho calor.
Es que, entre duna y duna,
no hay corriente ninguna.

Está el pobre hasta el gorro
de sudar siempre a chorros,
y hasta la coronilla
de utilizar sombrilla.

Es que a cincuenta grados
no hay refrescos ni helados
que alivien el bochorno.
¡El desierto es un horno!

Se refresca el hocico
moviendo el abanico.
Y, cuando se le antoja,
se moja y se remoja.

Mas al atardecer,
sin saber ya qué hacer,
abre un libro que un día
le regaló su tía.
Y conoce a Manolo,
un pingüino del Polo
que patina en el hielo
con su hermano gemelo.

Se lo pasa genial,
porque un niño esquimal
a ver su iglú lo invita.
¡Qué casa tan bonita!

Descubre de repente
que puede, con su mente,
volar a Terranova
sin mover la joroba.
Divertido, Amador,
se olvida del calor.
Hace viajes librescos
a lugares muy frescos.

Se echa junto a un arbusto
y está la mar de a gusto
con un libro delante.
¡Leer es fascinante!

 Autora: Carmen Gil

Las Dos Justicias

Caminaba un filósofo griego pensando en sus cosas, cuando vio a lo lejos dos mujeres altísimas, del tamaño de varios hombres puestos uno encima del otro. El filósofo, tan sabio como miedoso, corrió a esconderse tras unos matorrales, con la intención de escuchar su conversación. Las enormes mujeres se sentaron allí cerca, pero antes de que empezaran a hablar, apareció el más joven de los hijos del rey. Sangraba por una oreja y gritaba suplicante hacia las mujeres:
- ¡Justicia! ¡Quiero justicia! ¡Ese villano me ha cortado la oreja!
Y señaló a otro joven, su hermano menor, que llegó empuñando una espada ensangrentada.
- Estaremos encantadas de proporcionarte justicia, joven príncipe- respondieron las dos mujeres- Para eso somos las diosas de la justicia. Sólo tienes que elegir quién de nosotras dos prefieres que te ayude.
- ¿Y qué diferencia hay? -preguntó el ofendido- ¿Qué haríais vosotras?
- Yo, -dijo una de las diosas, la que tenía un aspecto más débil y delicado- preguntaré a tu hermano cuál fue la causa de su acción, y escucharé sus explicaciones. Luego le obligaré a guardar con su vida tu otra oreja, a fabricarte el más bello de los cascos para cubrir tu cicatriz y a ser tus oídos cuando los necesites.
- Yo, por mi parte- dijo la otra diosa- no dejaré que salga indemne de su acción. Lo castigaré con cien latigazos y un año de encierro, y deberá compensar tu dolor con mil monedas de oro. Y a ti te daré la espada para que elijas si puede conservar la oreja, o si por el contrario deseas que ambas orejas se unan en el suelo. Y bien, ¿Cuál es tu decisión? ¿Quién quieres que aplique justicia por tu ofensa?
El príncipe miró a ambas diosas. Luego se llevó la mano a la herida, y al tocarse apareció en su cara un gesto de indudable dolor, que terminó con una mirada de rabia y cariño hacia su hermano. Y con voz firme respondió, dirigiéndose a la segunda de las diosas.
- Prefiero que seas tú quien me ayude. Lo quiero mucho, pero sería injusto que mi hermano no recibiera su castigo.
Y así, desde su escondite entre los matorrales, el filósofo pudo ver cómo el culpable cumplía toda su pena, y cómo el hermano mayor se contentaba con hacer una pequeña herida en la oreja de su hermano, sin llegar a dañarla seriamente.
Hacía un rato que los príncipes se habían marchado, uno sin oreja y el otro ajusticiado, y estaba el filósofo aún escondido cuando sucedió lo que menos esperaba. Ante sus ojos, la segunda de las diosas cambió sus vestidos para tomar su verdadera forma. No se trataba de ninguna diosa, sino del poderoso Ares, el dios de la guerra. Este se despidió de su compañera con una sonrisa burlona:
- He vuelto a hacerlo, querida Temis. Tus amigos los hombres apenas saben diferenciar tu justicia de mi venganza. Ja, ja, ja. Voy a preparar mis armas; se avecina una nueva guerra entre hermanos...ja,ja,ja, ja.
Cuando Ares se marchó de allí y el filósofo trataba de desaparecer sigilosamente, la diosa habló en voz alta:
-Dime, buen filósofo ¿hubieras sabido elegir correctamente? ¿Supiste distinguir entre el pasado y el futuro?
Con aquel extraño saludo, comenzaron muchas largas y amistosas charlas. Y así fue cómo, de la mano de la misma diosa de la justicia, el filósofo aprendió que la verdadera justicia trata de mejorar el futuro alejándose del mal pasado, mientras que la falsa justicia y la venganza no pueden perdonar y olvidar el mal pasado, pues se fijan en él para decidir sobre el futuro, que acaba resultando siempre igual de malo.